Hay regresos que no necesitan goles para ser inolvidables. Y el de Leandro Paredes a Boca entró en esa categoría desde el instante en que pisó la Bombonera como jugador del Xeneize once años después. Justo en el minuto 20 del segundo tiempo, con el equipo abajo en el marcador frente a Unión, el campeón del mundo entró en escena y cambió por completo el curso del partido. No solo por su presencia, sino por lo que generó con cada intervención.
Aquel recuerdo de su despedida en 2014, en una derrota ante All Boys que cerró una campaña frustrada, tuvo su espejo en este regreso: nadie imaginó ese contexto para su vuelta. Ni el equipo, ni el resultado, ni el clima adverso. Pero fue en esa adversidad donde Paredes dejó su sello. Desde su ingreso, Boca mostró una cara distinta: más claridad, más control, y sobre todo, más ambición.
Parado como volante central clásico, con Rodrigo Battaglia más adelantado y Cavani suelto, el ex Roma no se desesperó. Manejó los tiempos con naturalidad y le dio sentido a cada pase, incluso retrasándose para iniciar las jugadas con criterio. Y cuando se necesitaba precisión, apareció: fue él quien ejecutó el córner del gol de Di Lollo, ese 1-1 que le devolvió vida al equipo.
En apenas 25 minutos, Paredes mostró por qué su jerarquía lo distingue incluso con desventaja física. Boca, que hasta ese momento había sido un equipo previsible, encontró en su número 5 el faro que tanto necesitaba. Pases que rompieron líneas, visión de juego y calma en un contexto tenso: su impacto fue inmediato.
El empate terminó siendo poco, pero eso será parte de otra historia. Lo concreto es que la nueva etapa de Leandro Paredes ya comenzó, y lo hizo dejando una huella desde el primer contacto con la pelota. Boca necesita mejorar mucho, pero con su regreso, al menos ya tiene por dónde empezar.