Boca Juniors consiguió un triunfo vital en la Bombonera frente a Banfield y, más allá del resultado, lo más destacado estuvo en la evolución futbolística del equipo de Miguel Ángel Russo. El Xeneize sumó su segunda victoria al hilo y empieza a mostrar señales claras de funcionamiento, algo que hace apenas un mes parecía impensado.
Un Boca más sólido y protagonista
Desde el complemento contra Racing, Russo logró reacomodar piezas y darle otra fisonomía al equipo. Liberó a Leandro Paredes, que se convirtió en el conductor y generador de juego, le dio rodaje a Carlos Palacios como socio y encontró en la dupla Di Lollo-Pellegrino una defensa confiable. Con esa base, Boca se plantó alto, presionó en campo rival y dominó gran parte del encuentro.
La paciencia para mover la pelota, la movilidad de los mediocampistas y la convicción en la idea hicieron que el local fuera muy superior a Banfield, que eligió replegarse y apostar al contraataque. A los 10′, el desahogo: pase brillante de Leandro para el desborde de Aguirre, que ganó la marca, y el gol de Merentiel, que antes se había perdido varias chances de abrir el marcador.
Paredes, el cerebro; Cavani, el desahogo
El rendimiento de Paredes volvió a marcar la diferencia: tuvo remates de media distancia, generó sociedades, asistió a Aguirre en la jugada del gol de Merentiel y manejó los tiempos. El volante mostró una versión que recuerda a sus inicios, con llegada al área y peso ofensivo.
En el tramo final, cuando Banfield se animaba y Boca empezaba a sufrir, apareció el golpe de nocaut. Tras un córner y un cabezazo de Battaglia que dio en el travesaño, Edinson Cavani conectó de cabeza para sellar el 2-0 y sacarse la mufa. Un grito tan esperado como necesario.
Un triunfo para creer
Si contra Independiente Rivadavia la victoria se construyó desde la lucha, frente a Banfield fue el juego el que se impuso. Boca demostró que tiene con qué crecer, con un Paredes cada vez más líder, con variantes en ataque y con un funcionamiento que empieza a consolidarse. La Bombonera celebró y Russo respira: este equipo ya no solo gana, también juega.