La pasión por Boca no entiende de distancias ni fronteras. Y eso lo deja claro Hernán Romero, un hincha que desde hace 25 años vive en Nueva York pero que sigue al Xeneize como si estuviera a metros de La Bombonera. Su historia explotó en redes durante la final del Mundial de Clubes en el MetLife Stadium, donde fue protagonista de una escena que dio que hablar.
Romero, conocido entre los fanáticos como “el Bostero del Camaro”, llegó al estadio con sus tradicionales banderas de Villa Bosch, su barrio en Buenos Aires, y como en cada partido de Boca en Estados Unidos, las colgó bien visibles en la tribuna. El problema fue que estaban ubicadas justo en el sector de los hinchas del PSG, que no tardaron en quejarse: “Me pidieron que sacara los trapos porque opacaban los de ellos. Les dije que siempre los ponía y nunca hubo drama. Pero volvieron con seguridad y me hicieron sacarlos”, relató Romero en charla con Olé.
El cruce con los franceses subió de tono, con insultos en inglés y español, pero el fanático se mantuvo firme: “Un solo Bostero la bancó. No les gustó que les tape los trapos con los míos”. Y en medio de la tensión, una visita inesperada lo llenó de orgullo: Martín Palermo, presente como comentarista, se acercó a firmarle la camiseta. “Eso valió todo”, contó.
Pero la historia de Hernán no se reduce a esa noche. Con su auto “El 12” —un Camaro amarillo decorado con escudos y frases de Boca— recorrió más de 5.000 kilómetros para seguir al equipo en Miami y Nashville. Y cuando no hay partidos cerca, se junta en la parrilla “Boca Juniors” de Nueva York con la peña local para ver los partidos entre bombos, banderas y asado.
“Boca pisa fuerte en cualquier parte del mundo, eso quedó claro. Y aunque nos quisieron callar, no pudieron”, cerró con una sonrisa el hincha que volvió a demostrar que ser xeneize es una forma de vida.
