En las noches grandes, aparecen los jugadores que dejan huella. Y eso fue lo que hizo Miguel Merentiel en el partido contra Bayern Munich, cuando Boca más lo necesitaba. Con un golazo inolvidable, la Bestia se cargó al equipo al hombro, aguantó, encaró y definió con la frialdad de los grandes ante nada menos que Manuel Neuer, uno de los arqueros más importantes de la historia.
El partido estaba cuesta arriba. El Bayern ganaba, dominaba y parecía tener todo bajo control en el Hard Rock Stadium de Miami. Pero Boca tenía una carta bajo la manga: la velocidad, la potencia y el carácter de su delantero uruguayo. En una jugada rápida de transición, tras un pase justo de Alan Velasco, Merentiel giró, metió el cuerpo, se sacó a Pavlovic de encima con un autopase y se fue solo de cara al arco. Definió cruzado, con jerarquía, para desatar la locura en el banco de suplentes y en las tribunas.
Fue un gol que no solo empató el partido, sino que puso de pie al mundo Boca. Una obra individual que llegó justo después de una polémica aclaración de la FIFA, que había determinado que el gol contra Benfica fue en contra de Otamendi y no de Merentiel. Esta vez, no hubo dudas. Este tanto es suyo. Y es de esos que quedan grabados en la retina del hincha por años.
Porque no se trata solo de un gol. Se trata del símbolo de un equipo que pelea, que no se entrega, y de un jugador que responde cada vez que le toca. Merentiel no solo convirtió un golazo, sino que dejó su marca en el Mundial de Clubes. Aunque el resultado final no acompañó, su grito quedó como una bandera de lo que Boca representa: orgullo, coraje y corazón.